28 de enero de 2012

MINERÍA A CIELO ABIERTO Y SUS CONSECUENCIAS SOBRE EL AGUA POTABLE

En los últimos tiempos, el tema de la minería a cielo abierto ha logrado concitar la atención de los pueblos y los gobiernos de muchos países latinoamericanos, y no es para menos que así sea, ya que este tipo de minería está absolutamente relacionada con la contaminación de una serie de recursos indispensables para la salud y el cuidado del medio ambiente.
Fue en mayo de 1993, cuando el Congreso Nacional en Argentina, sancionó la Ley de Inversiones Mineras N° 24.196, junto a otras leyes que conformaron un cuerpo que le daría el apoyo jurídico que las empresas mineras ambicionaban para ingresar al país, lo que permitió, entre tantos beneficios para estas compañías, sistemas de controles casi inexistentes, beneficios impositivos y fiscales en cada una de las concesiones que se entregaron en cada provincia, lo que significaría el comienzo de una seria problemática medioambiental que se profundizaría hasta la actualidad.
En principio, es importante señalar que uno de los problemas más cuestionables de la mega minería a cielo abierto, (entre tantos otros), es el de la utilización indiscriminada del agua en regiones donde la escasez de este recurso ya inflinge graves deterioros en la calidad de vida de la población. La mayoría de las minas a cielo abierto que se encuentran en Argentina como así también en países de la región, son de origen volcánico por su ubicación cercana a la Cordillera de los Andes o en zonas próximas como la Subandina y las Sierras Pampeanas, regiones que se crearon por el choque de placas tectónicas, donde posteriormente emergería el magma, o sea la roca fundida que se ubica a unos 60 km de profundidad, y en la que están presentes casi todos los elementos minerales que conocemos.
Si bien los métodos de explotación y extracción suelen variar, básicamente se trata de perforaciones o explosiones que provocan pozos de hasta 2 o 3 Km. de diámetro y alrededor de 600 metros de profundidad, en los pasos posteriores, el mineral triturado es apilado en las plataformas de lixiviación (proceso de extracción sólido-líquido), a través de la utilización de alrededor de 300.000 m3 de agua potable por día, la que es mezclada con aproximadamente 10 toneladas de cianuro de sodio por día, o en otros casos ácido sulfúrico, y que se rocía y dispersa sobre los minerales por medio de un sistema de regaderas para realizar posteriormente la extracción.
A esta mínima descripción del proceso de extracción del mineral provocada por las empresas mineras, es importante destacar que ello implica un gran movimiento de rocas, lo que significa un drástico desequilibrio en el medio ambiente al variar la composición química de los minerales, dejando a su alrededor kilómetros de roca contaminante; la grave incidencia del drenaje de los contaminantes producto de los procesos químicos que impacta sobre las aguas subterráneas y superficiales culminando en hogares y campos de cultivo, con el consiguiente perjuicio en la salud de la población; y finalmente, el uso indiscriminado de millones de litros de agua potable que resultan indispensables para la vida y la salud de los habitantes de la población y la de todo el ecosistema.